terça-feira, agosto 29, 2006

La noche del Oráculo / Paul Auster

Al principio de nuestra amistad, Trause me contó una historia sobre un escritor francés que había conocido en Páris en los primeros años cincuenta. No recuerdo su nombre, pero John me dijo que había publicado dos novelas y una colección de relatos, y se le consideraba uno de los mejores representantes de la nueva generación. También escribía algo de poesía, y poco antes de que Jonh volviera a Estados Unidos, en 1958 ( tras vivir seis años en París), aquel escritor conocico suyo publicó un poema narrativo que giraba en torno a un niño ahogado. Dos meses después de publicado el libro, el escritor y su familia fueron de vacaciones a la costa de Normandía, y en el último día de vacaciones, su hija de cinco años se metió en las picadas aguas del canal de la Mancha y se ahogó. El escritor era un hombre sensato, afirmó John, una persona conocida por su lucidez y agudeza mental, pero echó al poema la culpa de la muerte de su hija. Sumido en su gran dolor, se convenció a si mismo de que las palabras que había escrito sobre un ahogamiento imaginario habían causado una muerte verdadera, de que su ficción trágica había provocado una tragedia real. En consecuencia, aquel escritor de enormes dotes, aquel hombre que había nacido para escribir libros, juró no volver a escribir jamás.
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Es curioso pero al leer este retazo del libro me acordé de aquella historia, o de la idea de historia que quedó en mi, que leí, o que recuerdo vagamente de Cien años de soledad.
Esta texto manipulado por mi mente contaba la historia de una mujer que sufría de pesadillas todas las noches con piratas. Volviéndose loca, su marido decidió mudarse al interior del país, a una antigua reserva de indios donde construyó a su mujer una casa sin ventanas, para que así, los piratas de sus sueños, no pudieran entrar por ella.
Lo onírico y lo real se suelen fundir en mi vida muy comunmente. Sin ponerme mística ni teórica como dicen mis amigos, voy en busca de señales diarias que me indiquen el camino. Y si me bloqueo, solo tengo que esperar.
La noche del Oráculo presenta esto. El camino. El único camino prefijado por un destino tortuoso, al más puro estilo griego. Una tragedia en varios actos, en lo que el personaje, un escritor recuperandose de un accidente que casi acaba con él, escribe la historia del destino de un hombre que se ve modificado por el destino de una novela que le entregan en la editorial en la que trabaja.
Bucles y bucles que le llevan a un destino horrible. Y es que hay días que es mejor no salir de la cama.
Si la escuela donde estudio está en el número 7 de cualquier calle las cosas irán bien.
¿Me vuelvo a Madrid? Tirada en el sofá, dándole vueltas al asunto, decido esperar una señal. Mientras tanto enciendo la tele. Y de pronto, de la nada... Cochita Velasco dice:
-Arriba Madrid, y arriba los madrileños... ¡¡¡ y vivan las fiestas del Pilar!!! y de la nada la verbena madrileña aparece en pantalla.
Y yo me digo ¿ y si no hubiera esperado?.
Aun así me queda por pensar si existen diferentes formas de destino. Si existe uno. El que nos han impuesto, o si nos desdoblamos en posibles destinos como si pudieramos vivir varias vidas.
Todo está lleno de caminos me digo siempre. Y a mi nadie me ha enseñado a elegir el correcto.
Así mientras tanto, el camino que utilizo siempre es el camino bueno. Y si no lo es...
Todavia no me he enterado.

Para pasar esta noche.
La noche del Oráculo, Paul Auster Anagrama 2004

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