domingo, agosto 27, 2006

Mis ojos

Siento que no van a llegar. Tienes los ojos más blancos que he visto en mi vida. Y los siento rojos. A veces verdes. Y no veo lo que debería ver. Y siento a través de ellos todo lo que no debería sentir, para decirles al oído: parad que sois mis ojos blancos...los ojos de un ángel.

Ángel que hace daño. Y si lo soy. Y no lo creo. Y si lo soy y me dedico a cortarme las puntas a diario. Las puntas de las alas para que quepan bien en la jaula que tú imaginas que son mis alas. Cosidas a mano. Con todo el amor del mundo. De pronto. De vez en cuando les echo pegamento. Así se acabó para pegar mi corazón. Y ni todo el oro del mundo. Ni todo.

Y mis ojos. Que lo ven todo. Que lo atraviesan antes de tiempo. Siguen el cable. Cloto. Laquesis. Atropos. La que hila. La que asigna el destino. La inflexible. Yo lo coso. Yo lo reparto. Yo lo corto.
Ni una cancion de Mcnamara. Otra vez de nuevo entre nosostros. Y yo me pregunto, qué coño quereís. Y yo me lo pregunto, de veras. Y no se qué decirles.

Y creo en las señales. Cree en el destino te digo. Y tu llegas y me haces caso. Y me dice Pepito Grillo al oído. No digas no. Nunca. No te lo pierdas. Ni se te ocurra. Y de pronto aparece el destino.

Y yo tenía 22 años y no entendía las cosas que con 15 ya sabía. Y no me entero de nada. Qué quieres que te diga. Sería fácil así. Díselo a Joyce. Ni un día en mi vida aguantaría. Ni uno Joyce. Y té has creido que vas a poder conmigo. Pero a gente más importante que tú me he llevado a la cama.

Doscientas mujeres y Bukowski. A Paul Auster. Alessandro Baricco. Y qué bien se duerme con Barcicco. Y lo que me hace soñar...

Cansada, Pesada, Cansuna, Insoportable. Prohibido prohibir.

Y mis ojos. Tan muertos como siempre. Y de qué me sirven si no necesito los ojos para ver. Y qué es eso del alma. Qué quieres que te diga, si no tengo ni idea. Y te lo puedo defender. Y te lo puedo discutir. Y todo se transforma. Y todo se recuerda. Y la vida. Si, mi vida. Es la suma de los recuerdos que dejo. Yo no puedo dar nada más.

Y decía Goodar que no sabía si ella era feliz porque era libre o era libre porque era feliz. Y no puedo quejarme. Mis ojos no ven. Mis ojos negros. Mis ojos de mar que miran faros. Mis ojos verdes en cuatro metros cuadrados. Mis ojos rojos hoy. Mis ojos blancos mañana. Mis ojos cerrados. Mi sueño.

Y te lo digo y te lo repito. Así, no vas a conseguir entender nada. Joyce. Me digas lo que me digas.
Preguntaselo al grillo.

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